La jornada de Liga, esa que prometía entrometerse sin pena ni gloria antes del primer 'Clásico' del 2012, acabó teniendo un protagonismo interesantísimo. El Real Madrid mantuvo su ventaja al frente de la tabla con la receta de las Ligas de Capello y Schuster: sufrimiento y remontada épica, aunque tampoco faltó la polémica en forma de gol anulado al Mallorca. Pocas horas después, el Betis estuvo a punto de dotar de más trascendencia al ejercicio de esfuerzo realizado por los blancos en el Iberostar de Palma. Sin embargo, Xavi, Alexis y Messi se pusieron el mono de trabajo a tiempo para mantener viva la Liga y de paso dar mayor enjundia a la cita de este miércoles.
Podría pensarse que los madridistas llegan pletóricos al partido de ida de este miércoles, pero en el ambiente flota una sensación opuesta. A este Madrid, a pesar de su triunfo copero de la campaña pasada, parecen no sentarle bien los duelos directos con el Barça. El último partido liguero entre los dos grandes lo resumió a la perfección. Ya no es una cuestión de tener mejor o peor equipo, sino de un muro psicológico, como si de la selección española de hace unos años se viera frente a un partido cuartos de final.
Esa sensación colectiva se podría extrapolar a Cristiano Ronaldo. Acostumbrado a la comparación y a la conquista de desafíos, el portugués vive en estado de crispación desde el pasado 10 de diciembre. Una vez más perdió su pulso personal con Messi, y lo que es peor, acabó silbado por su público. Desde entonces no ve portería con la misma facilidad y se le ve irritado con los rivales e incluso consigo mismo. En este momento tan delicado, Ronaldo vuelve a verse este miércoles ante su termómetro menos deseado. Parece recomendable que Mourinho siente al crack de Madeira en el diván para hacerle entender lo que otras estrellas madridistas de antaño que ya fueron criticadas por la exigente afición blanca (como Míchel o Di Stéfano) han dejado entrever en semanas recientes: el público merengue no quiere ver a un CR7 Bota de Oro y a un Madrid en un segundo peldaño; sino a un equipo ganador comandado por un jugador sublime que sólo tiene un pero, su obcecación por librar guerras personales en un deporte colectivo.
Publicado el 16 de enero de 2012 a las 11:30.